Por Marcelo
Padilla
Hace
tiempo que no me pego un golpazo de esos que te dejan grogui o depre rozando la
decepción o el escepticismo político (me estoy cuidando de los tropezones).
Rozando por decir algo liviano (debería decir directamente decepción y
escepticismo). Me he llamado a silencio un tiempo respecto de opinar sobre el
peronismo y sus laberintos, hoy, donde no se sabe muy bien qué es lo que va a
suceder, al menos, respecto de su conducción y funcionamiento, si habrá o no
apertura para la discusión o no, no me importa demasiado para ser sincero. No
me calienta ni se me para, esa es la verdad. Veo que las calles están iguales
aunque más destrozadas y la gente tiene cara de culo, en los lugares que
habitúo: almacenes, panaderías, ferreterías y verdulerías. Sitios donde habito
diariamente porque no piso un supermercado hace año y medio por lo menos; básicamente
porque me quedan un poco lejos y sin auto no puedo cargar las bolsas, de paso
sé que doy una mano a los pequeños monstruos que ayer votaron por el cambio y
hoy solo putean o prenden el ventilador y cagan en él para que la mierda se
esparza por todo el local y salpique a los clientes de ocasión. Eso contagia.
Disculpen la imagen escatológica pero no encuentro otra para describir “mis
almacenes” del barrio. A ellos como a tantos les ha llegado el cambio y se les
nota en las boletas de la luz y el gas y otros gastos más altos que tienen que
encarar con proveedores de puchos o bebidas, de fiambre y cuánta cosa más. El
hombre común. Ahí están “los comunes” que vadean por las veredas de barro en
este otoño muy invierno codeándose con enfermedades bronquiales, otros
muriéndose lentamente o suicidándose en plena vida. Son los olores densos de
este cambio. El hedor de estar en este mundo insatisfactorio por donde se lo mire
que se viene llevando puestas a todas la relaciones amistosas o amorosas,
porque vamos, más allá de terapistas la cosa es el contexto antiperonístico que
fluye, y se acaban las cosas, mueren, por el apriete de la soga en las casas y
a muchos le circuncidan el deseo sexual. O el deseo de ir a sitios imaginarios
como forma de encarar la vida aún en la franciscana austeridad. Los que no
conocemos el hambre somos bastante pajeros a veces o las más de las veces para
opinar y encumbrarnos en pensamientos altruistas que nos redimen cristianamente
la jornada. Los dirigentes del peronismo no conocen el hambre. Y eso debería al
menos ubicarlos en un lugar de mayor humildad y cerrar el orto si quieren hacer
un peronismo grande y humilde pero lleno de humildes sin contar tantas
costillas endogámicamente. Da bronca. Hablar de bases y de proyectos nacionales
y populares en la televisión, a esos que vemos, de cualquier bando de “los
nuestros” ya transformados en columnistas habituales de los programas que solo
los llevan para dar rating y nada más. Esos referentes autorreferenciales
también dan bronca porque sabemos que ahí están para decir lo que tienen que
decir para no perder el espacio de existencia mediática, rendidos con los
cruces y las cruces santas y paganas de los conductores y moderadores que van a
la pausa para vender pescado podrido. Esos son los próximos candidatos. No lo
anónimos que dejaron en la calle que no tienen nombre ni apellido y son manada
con rúbrica de yerra en sus espaldas: “despedidos”. El peronismo debe ser el
peronismo de los despedidos. No el de los que no pararon de tener cargos en
cuanta elección hubo y habrá o quienes tienen ya una dote por manejar
intendencias asustadas (ay, cómo se cagan y miden la baraja por favor esos
intendentes de cualquier color peronista que tienen que mimar un poco al
gobernador o al presidente horripilante que votó el 51), o los que se hacen los
boludos con la unidad del peronismo por ejemplo, que ya tiene lista
oficializada y nadie nombra porque les da asquito que adentro de la anchura
hayan focos infecciosos, tipos y tipas que volvieron y desconocen los
liderazgos anteriores luego de 13 años. Bueno, al fin y al cabo todos juegan su
jueguito por afuera y por adentro y se callan cuando tienen que hablar y hablan
cuando tienen que callar. Tenemos un peronismo bastante pichicata, como esos
autos Fiat 125 de antes con escape libre y faros de iodo, bien pintados, que
usaban en la picadas en el parque clandestinamente. Eso es el peronismo hoy: un
Fiat 125 pichicateado. Y en eso andarán algunos y otros seguirán sin pudor en
la alta gama de la pureza de la marca que enjuta a cualquier paisano de almacén
y solo se los conoce por la publicidad de la vía pública confundiendo su nombre
con el de otro partido. El mundillo de la política peronista. Es chiquito como
el culo de una muñeca Barbie de los noventa y aplausos y aplausos entre ese
mundillo, y chicanas y chicanas en ese mundillo y malas caras y malas caras
contra los que ayer una cosa y hoy otra y así, un perno tras otro perno. Digo
perno y no Perón que está más muerto que antes y no creo productivo hacerle
decir al viejo cosas que no dijo o cosas que dijo pero en otro momento. Y
Cristina que es un forúnculo para todos y todas cuando apareció y marcó otra
agenda dentro de “los nuestros” y algunos se agrandaron a tal punto que
establecieron el “cerco de los que se van al cielo” y dictaminan quienes al
infierno. Perno. Ferretería. El peronismo es ese Fiat 125 y una ferretería a
cielo abierto. Por eso, no doy una idea, no doy nada. Solo veo masturbaciones o
autocelebraciones y miedo, mucho “miedo de perder en la derrota”. Muchas
solidaridades, muchas, demasiadas de parte de los dirigentes. Y claro, el
perno, las caras de culo de almacén, el tipo que es nada y sabe un carajo o el
que sabe demasiado. Rozando el escepticismo y acariciando lo áspero va el
peronismo hacia la victoria, todos unidos triunfaremos,
combatiendo al capital, desde la Capital Federal, en Palermo choto.
Marcelo Padilla
No te calentes Marcelo.El peronismo no puede ser mas que el fiel reflejo de nuestra sociedad decapitada. cierto, Decapitada por nuestro clase dominante. pero tal ves, no hayan podido decapitarla del todo. en una de esas estos dejenerados, en su ansia de borrar desesperadamente toda nuestra cabeza nacional y popular, casaron cualquier cuchillo desafilado, por lo que la decapitación no fue completa... en una de esas, todavía se pueda suturar ese cogote.eso si, en el 55 el sujeto que cambio la historia, fueron los trabajadores. esta ves si creemos que el sujeto NYP es el kirchnerismo, estamo en el horno. Quien sera hoy el sujeto social de transformacion?? Abrazo
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