Si logran vender casi todo, luego de horas de trabajo a la intemperie, es un día de suerte. Sino intentan recuperar la plata invertida y lo otro "lo llevamos para el barrio y se lo regalamos a los pibes", me cuenta el mayor.
"La situación se ha puesto muy dura. Y en mi barrio, de personas muy humildes, lo sentís más que en ningún lado. Dejé la escuela porque tengo que trabajar. Pero tampoco se encuentran changas como antes. Con esto de los chori todavía algo sacamos. Pero cada vez menos", dice Elías.
Juan aun cursa el secundario. Su sueño es poder llegar a la universidad pero confiesa que es eso: "un sueño". "La realidad es que no sé si termino el secundario. Con esto de los chori apenas me sostengo y ayudo a mi familia. Tengo que salir a buscar otra cosa donde sea. A personas como a nosotros, que somos de un barrio pobre y laburador, nos cuesta todo el triple."
Si por ahí se los encuentra a Elías y a Juan con su parrilla no dude en comprarle un chori que son increíbles. Pero sobre todo, estréchele sus manos ásperas de trabajo y negras por el carbón. Y abrácelos fuerte para que sienta y se le pegue ese olor que parece humo de parrilla pero que no es más que sueños, luchas y patria.
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