lunes, 13 de junio de 2016
Macri y Francisco, ahora enfrentados por un ex espía de la SIDE
El gobierno argentino decidió retirar el envío de un ex espía a Roma. Se trata de Alejandro Colombo, quien supo ser agente de los servicios secretos cuando funcionaba la SIDE. La administración del presidente Mauricio Macri lo había elegido como agregado de la Agencia Federal de Inteligencia en la embajada de ese país en Italia. Pero las suspicacias sobre su designación llegaron tiempo atrás hasta el mismo Papa. Tras el ruido que generó la publicación del nombramiento, en Buenos Aires determinaron una marcha atrás.
Su designación había sido propuesta por la AFI y contaba con el visto bueno del gobierno italiano. Según lo establecen los protocolos de colaboración internacional, todo personal diplomático adscrito a la seguridad y la inteligencia de una embajada debe contar con la aprobación del país receptor. La decisión del retiro fue política, como un “gesto de buena voluntad”.
Colombo conoce ese puesto, porque lo ocupó durante los años 90. Era otro siglo. El organismo se llamaba distinto, la Secretaría de Inteligencia del Estado, y la presidencia la ejercía Carlos Menem. Durante ese tiempo, las relaciones entre Argentina y el Vaticano estuvieron dominadas por un apellido: Caselli. Esteban “Cacho”, como le conocen sus allegados, fue ex embajador ante la Santa Sede y logró tejer una telaraña de relaciones que condicionó esos vínculos institucionales.
Para nadie es una sorpresa que, en Argentina, Caselli sea identificado como uno de los principales detractores de Jorge Mario Bergoglio. Su histórica cercanía con hombres fuertes del Vaticano como el ex secretario de Estado, Angelo Sodano, le permitieron orientar durante años las decisiones que, desde Roma, partían hacia Buenos Aires. Determinaciones que, en muchos casos, colisionaron directamente con el cardenal primado y presidente de la Conferencia Episcopal.
Las ternas para las designaciones de obispos fue un territorio de estas hostilidad. Muchos nombres que el arzobispo de la capital buscaba promover fueron obstaculizados desde varios frentes o directamente bloqueados. Los presidentes de conferencias episcopales y cardenales suelen ser voces autorizadas a la hora de brindar su opinión al Papa, pero en el caso de Bergoglio había un corto circuito que impedía la llegada de sus indicaciones al Palacio Apostólico.
Por todos estos antecedentes, el nombre de Colombo fue muy mal recibido en el entorno de Francisco. Casi como la reedición innecesaria de una conflictividad que ya es parte del pasado. El cardenal argentino ya es Papa. La influencia de Caselli en el Vaticano está reducida a su mínima expresión y el grupo que supo cobijarlo se encuentra relativamente desarticulado.
Hasta el sábado 11 de junio, en Buenos Aires se mantenía la voluntad de mantener el nombramiento. “Esta persona hace muchos años que no se dedica al espionaje y no está vinculado al grupo de Caselli, al contrario, era más bien cercano a Mejía”, deslizó al Vatican Insider un funcionario acreditado del gobierno argentino.
Se refería al cardenal Jorge María Mejía, bibliotecario y archivero vaticano, con quien Bergoglio mantenía una relación de amistad añeja. Incluso ya como Papa salió de la Santa Sede en alguna ocasión para visitarlo mientras se encontraba internado en una clínica de Roma. Finalmente falleció el 9 de diciembre de 2014 casi a los 91 años.
Como anticipó la prensa argentina, Colombo fue también delegado de la ex SIDE en Madrid (2002) hasta que, en 2004, el presidente Néstor Kirchner “Mandó expulsar a todos los agentes vinculados al menemismo y a Caselli. Desde entonces, el cargo de agregado de la ex SIDE en Roma quedó vacante” (Perfil, 12.06.2016).
Según esas publicaciones, quien acercó el nombre de Colombo al gobierno argentino fue Fulvio Pompeo, quien fue subsecretario de Relaciones Internacionales e Institucionales del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y ahora ocupa un puesto en la jefatura del gabinete de ministros.
Pero la designación podía haber hecho más daño en un escenario delicado después del rechazo de la donación de 16 millones 666 mil pesos de la administración macrista a la fundación de derecho pontificio “Scholas Occurrentes”.
El gesto, solicitado por el Papa a los directivos de la organización (José María del Corral y Enrique Palmeyro), fue interpretado por los medios argentinos como un “nuevo desplante” de Francisco al presidente Macri. En realidad Francisco se molestó con los responsables de la fundación y les advirtió que, en el difícil contexto argentino, “no tenían derecho a pedir un centavo”. Con un pontífice que se ha empeñado incansablemente en fustigar la corrupción en la Iglesia y los acuerdos “por debajo de la mesa”, el rechazo era más que previsible sobre todo porque el donativo fue presentado públicamente como un “gesto de distensión”.
Por otra parte, el decreto 711/16 que oficializaba la contribución fue muy claro en enfatizar que el mismo se extendía a petición explícita de los representantes legales de Scholas. De ahí la perplejidad en varias oficinas del gobierno, porque desde un principio se había dado por hecho que la solicitud provenía directamente del Papa. No era así, como lo demuestran los hechos.
Tanto en la Casa Santa Marta como en la Casa Rosada aseguran que los últimos acontecimientos no tienen nada que ver con una mala relación personal entre Bergoglio y Macri. En Buenos Aires esperan despejar lo antes posibles las nubes que se ciernen sobre la relación bilateral y la marcha atrás en el nombramiento de Colombo va en este sentido. Asimismo, es un hecho que el presidente viajará a Roma para participar en la ceremonia de canonización del beato José Gabriel “cura” Brochero en la Plaza de San Pedro prevista para el 16 de octubre próximo. Y desde Buenos Aires ya gestionan un nuevo encuentro privado del mandatario con el Papa.
Nota de www.lastampa.it
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