martes, 31 de mayo de 2016

Rubén Juárez, compañero






“La muerte te deja un poco de bronca. Cuando se murió, me quedó esa sensación de por qué, al menos, no nos pudo dejar un último disco”. Elbi Olalla (Altertango) rezonga así, como un bandoneón, por la partida de Rubén Juárez, ocurrida un 31 de mayo de hace 6 años atrás. “Creo que lo último que dejó, fue ese programa en Encuentro, con Lalo Mir”, dice.

Elbi es una privilegiada. Se cruzó a Juárez unas cuantas veces sobre el escenario y también compartió mesas y charlas. “Siempre hacía lo mismo: comía rápido, para después agarrar el bandoneón y ponerse a tocar y a hacer cantar a todos”, recuerda.

“La primera vez, nosotros apenas empezábamos. Éramos un trío. Fue en un toque que había organizado, creo, el Turco Abraham. Nosotros tocamos en la previa. La verdad, su imagen y su forma de ser era tan potente, que esa vez me intimidó un poco”, cuenta Olalla.

La segunda vez, fue un par de años después. Fue el Sevilla, España. “Me acuerdo que esa vez nos tiró la mejor de las ondas, nos re bancó. Para nosotros fue muy importante, fue una especie de legitimación, para un grupo como nosotros, que estábamos al filo del tango y que nos acusaban de rockeros”.

La música mendocina lo define como “una persona con un enorme magnetismo, muy carismática”.


La tercera vez volvieron a encontrase en Mendoza, esta vez en el Plaza. Después del show “cenamos con él y su mujer, que era como su ángel guardián. Contó muchas anécdotas, muchas referidas a Troilo. Después, como siempre, agarró el bandoneón y se puso a tocar para todos. Estuvo horas así, haciéndonos cantar”.

Para Elbi “fue uno de los últimos de la vieja guardia” y se lamenta que no haya dejado más discos.

“La última vez que lo vi, estaba muy bien. Se había hecho el cinturón gástrico y se cuidaba mucho. Lo vi delgado, saludable. Su final a mi me sorprendió mucho y me dejó una especie de bronca, pro todo lo que no pudo grabar, para dejarnos como legado. Por eso digo: hay que grabar, por más que haya que poner plata del bolsillo, porque es lo único que dejamos”.

Rubén Juárez murió el 31 de mayo de 2010, en el sanatorio Güemes, de Buenos Aires.

Elbi y Juárez son talentosos peronistas, por si hay todavía algún despistado dando vueltas.

LES ARRUINÉS

Fernando Samalea, en el suplemento Radar, de Página 12, escribe una serie de anécdotas que le tocaron vivir con Charly García. Una de ellas tiene como protagonista indiscutible a Rubén Juárez y ocurrió en Francia.

Aquí la transcribimos:

Desde un plano extraartístico, el mayor inconveniente del Festival Les Allumés era que un alto porcentaje del medio millar de la comitiva invitada se hallaba desesperada por conseguir algún tipo de estímulo o drogas, algo no contemplado por los organizadores. Las leyes francesas dificultaban la tarea, ante la falta de contactos para conseguir cocaína y demás. Era frecuente el cruce entre argentinos por las calles medievales, con las preguntas habituales: “¿Y…? ¿Sabés algo de aquello? ¿Hay algo? ¿Hubo novedades?” ¡No tardamos en rebautizar al festival como “Les Arruinés”!

La estadía permitió volver a ver a gran parte del mundillo vernáculo y reencontré al omnipresente Zambonini, así como a Pichón Baldinú o Alfredo Visciglio, un joven actor y músico, infaltable en cuanta fiesta, evento o club nocturno porteño. No había noche en que no lo saludara. Los amigos de La Portuaria, que también estaban programados, me invitaron a sumarme a su set como percusionista, el día anterior a la actuación de García. Diego, Christian, Schatchtel, Terán, Krygier y yo estuvimos nuevamente sobre un escenario, a miles de kilómetros de Buenos Aires. Comenzó a hacerse habitual cruzar a la Schussheim, a los de la compañía De la Guarda o al bandoneonista Rubén Juárez, eminencia del tango y acérrimo personaje de la noche. Se acercó mucho a Charly y estuvo permanentemente en camarines, deleitándonos con ocurrencias y fraseos de bandoneón.

García –de polera roja y en paz aparente– dio las últimas indicaciones y, tras un breve ensayo en una sala con un monitorista francés bien predispuesto, estuvimos listos para salir al ruedo. El armado del escenario se hizo en un enorme galpón, bautizado Cemento, en honor al antro porteño. Para nuestra sorpresa, dijeron que los promotores franceses lo habían frecuentado en sus estadías sudamericanas. El lugar tenía gradas, paredes de ladrillos a la vista con aberturas abovedadas, separadores metálicos y una estética en plan Blade Runner.

La combi nos llevó desde el Holiday Inn y vimos que vendían feijoada brasileña como “plato típico argentino”. Esa previa en camarines dio lugar para todo, incluso para que yo tocase el bandoneón mientras Charly recitaba encima: “Y esta música de tango pone al desnudo / mi sentimiento de melancolía. / Por un papel que solía tener en el corredor /cada vez que al escenario subía, / con vigor /y al público enloquecía / con mi verba sin igual…”

La talentosa Renata, de elegante tapado, polera negra y pelo rojizo en corte carré, se acercó a saludar y terminó maquillando a Hilda. También estuvo con nosotros Michel Peyronel, enviado de la FM Tango, mientras Los Insectos y La Blurder culminaban sus tiempos de actuación.

“Estrictas medidas de seguridad rodean la presentación del artista”, dijo el Zorrito micrófono en mano, continuando con su supuesta cobertura periodística. El alcalde de Nantes también se hizo

presente, junto a su esposa y varios asesores, curioso por conocer al extravagante artista argentino.“¡Me codeé con la realeza!”, gritó García.

Estábamos por salir a tocar al primero de los dos shows pautados y la pregunta seguía siendo la misma, esbozada con expresión de resignación:

–¿Y? ¿Charly, hay algo? ¿Se puede conseguir?

–¿Con esto me quieren arreglar? –respondió el Artista con otra pregunta, señalando con desprecio un plato de embutidos Leberwurst.

Varios representantes de la “cultura argentina” no tuvieron otro tema de conversación durante días, como niños ante la falta de juguetes o diversión. Cuando el propio Juárez, de camisa azul y sobretodo negro largo, fue consultado si había “conseguido algo”, su respuesta fue contundente: “¡¡¡Ojaláááá!!!”

Se acercaba el momento del show. “Empecemos por los temas más suaves, ahora que nos sacamos la euforia del rock & roll”, dijo Charly colgándose la Rickenbacker blanca de 12 cuerdas. Nos hallábamos parados en las patas del escenario, casi en la oscuridad, esperando que terminase el anuncio en francés de la inminente aparición del rockero argentino. “Nous sommes heureux de présenter un grand artiste de rock argentin! Avec vous… Charly García!”

Rubén Juárez había acompañado en silencio al grupo hasta el borde del palco. Apoyó paternalmente la mano en el hombro de nuestro líder y, ni bien caminamos hacia los instrumentos, lo alentó con una fuerte palmada: “Vamos, Charly… ¡Como si hubiera!”.

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Peronista

Rubén Juárez era peronista y no lo ocultaba, al contrario. Supo hacer militancia con su música.

Tras el derrocamiento del General Perón resultado del odio gorila por las clases populares, entró en vigencia el decreto 4161 el cual prohibía la pronunciación del nombre de Perón, sus familiares, Evita, Eva Perón, Justicialismo o se usaran símbolos que representaran al gobierno peronista.

Con la pena de cárcel por seis meses o más, se intentó callar a un pueblo que era consciente de sus derechos.

Lo que los gorilas no tenían idea es que no existe fuerza que sea capaz de doblegar a un pueblo que tiene conciencia de sus derechos, por lo que durante la resistencia peronista, los valientes compañeros peronistas, para identificarse usaban en la solapa del saco un ramito de flores nomeolvides. Este símbolo de lealtad al proyecto nacional inspiró al compañero Arturo Jauretche a escribir este poema, que Juárez supo cantar:

No me olvides, no me olvides, no me olvides,

es la flor del que se fue.

No me olvides, no me olvides. No me olvides,

volveremos otra vez.

Es el novio de la patria, de la patria que le espera.

Volverán los nomeolvides, volverán en primavera.

¡No me olvides, no me olvides, no me olvides!

Canta el pueblo de Perón.

No me olvides sobre el pecho, no me olvides

pegadito al corazón.

Volverán los nomeolvides cada año a florecer.

Con la flor de nomeolvides no olvidando esperaré.

No me olvides, no me olvides. No me olvides.

Es la flor del que se fue. Nomeolvides, nomeolvides, Nomeolvides

¡¡Volveremos otra vez!!

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No me olvides, por el Tata Cedrón




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